10.21.2015

FINISTERRE

Cuando llegan, luego de estrechar su mano y de las respectivas presentaciones, te saludo con un beso en la mejilla y te pregunto al oído "¿ya te lo agarraste?" Te sonrojas, a pesar de todo esto sigues siendo recatada. Esto me hace dudar un poco de tu motivación, pero ya estamos en esto. Un par de palabras y compartimos un aperitivo, tu bebes agua mineral sin gas, sentada en el sofá junto a él.

Me cuentan que la comida estuvo bien, con conversación desordenada, lo que siempre pasa cuando personas que ya no comparten ni compartirán un destino común se juntan. La conversación en esos casos se pasea entre recuerdos trasnochados o tratar de rearmar un paraíso perdido, entre los que quieren reencontrarse con un pasado difuso y los que buscan dar señales de un presente exitoso.

El tiene buen aspecto, rostro amigable y armónico vestir. En otro tiempo no hubo espacio para conocerse más, pero se ve que hoy pudieron compartir recuerdos y señales, hay relajo en la conversación. La tensión está en pensar en lo que viene, en las dudas de acaso él ha entendido bien la propuesta, su racionalidad y duración.

Después de terminarnos una botella de espumante, del que ella probó solo media copa, él saca una porción de cocaína desde su bolsillo y me ofrece probarla. Mientras la pruebo él comienza a besarla, cuando es su turno de drogarse yo también la beso sentados en el sillón, luego él se acerca y la acaricia partiendo desde la cintura, continuando por sus muslos. Ella lo disfruta, aunque sigue algo inhibida. No hay que forzar el momento, debo relajarme, relajarla, dejar que esto fluya al ritmo de ella.

Quitamos toda prenda de vestir a ella, para luego desnudarnos nosotros, los hombres. Ella frota nuestros miembros, uno en cada mano, mientras tanto él la besa en la boca y yo acaricio su blanca piel. Me gusta mirarla. Esta fantasía ya no lo será más: pronto será un recuerdo, un recuerdo como haber viajado a Machu Picchu o lo aventuroso de la compra del Mustang hace dos años. Una muestra de complicidad.

Estamos sobre la cama. Mientras acaricio sus glúteos y mantengo el miembro entre sus piernas, beso su espalda, mordisqueo su cuello. Ella manipula el miembro circuncidado de él hasta llevárselo a la boca, a ratos se le dificulta respirar pero sigue devorándolo, sacándolo de vez en cuando de entre sus labios para lamer su glande.

A pesar de que fantaseaba con esto hace tiempo, nunca creí que me excitaría tanto verla dejarse llevar y disfrutarlo así. Luego de desechar inhibiciones heredadas de nuestra cultura de culpas y compartirla con otro hombre, vino el relajo y la confianza de saberla el único centro del deseo.

La beso mientras ella se acomoda en la cama y luego gatea ofreciéndonos su boca y su cola. Su boca sabe a espumante y a sexo. Ese sucio sabor me lleva a mayor erección, ya no quiero besarla: yo también quiero tener todo el miembro en su boca. Ella convertida en una cachorra que gime y suda hace que el placer sea el astro que viste a la noche, la luz.

1 Comments:

Anonymous Alex said...

se transita por la realidad sin equipaje

5.1.16  

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