10.07.2009

LOST

Como cada noche desde hace una semana, estaba sentado frente a la barra, apoyado en la mesa más alejada de la luz para no llamar la atención de otros parroquianos, con una cerveza a medio beber, una cajetilla y un encendedor atento a la solicitud de un cigarrillo por parte de alguna de las chicas. Lou viste una blusa color blanco que deja adivinar el diseño de encajes de su corpiño, falda ceñida y tacones. Luego de saludarla, él le invita un trago para así quedarse a su lado, mientras otros solitarios hombres siguen llegando al lugar.
Es noche de invierno. La humedad se apodera de cada esquina de la ciudad y el frío es fiel acompañante de cada ser que deambula a esa hora bajo el influjo de una noche de sombras y juerga sobre aquella ciudad en ruinas por el reciente e inesperado bombardeo.
Hace mucho frío a pesar del improvisado sistema de calefacción. Guillaume sigue a Lou hacia la habitación donde un viejo catre de bronce les introduce al espacio de alquiler perdido en las antípodas del confort. Ella no habla de dinero pero él se apresura en dejarlo sutilmente sobre un pequeño escritorio. En silencio se desnudan, luego tendidos sobre la cama escuchan las primeras gotas de agua que anuncian la llegada de una copiosa lluvia. El sabe que ya ha perdido quince minutos de placer, pero esta noche no le importa. Una caravana de angustia y confusión se ha apoderado de aquel joven soldado desertor. 

"Me gustaría tener un tocadiscos y poder escuchar algo de Ida Cox o Bessie Smith durante estos días de encierro", comenta la joven como una manera de romper el silencio entre ambos. No logra respuesta alguna desde un taciturno Guillaume, cuya mirada se pierde en los pliegues del derruído papel tapiz de la habitación, mientras recuerda el "Te habría puesto desnuda a cuatro patas como una perra y te habría azotado mientras tu boca me bebía", escrito por él mismo en una carta durante su larga estadía en el frente de batalla.