12.03.2009

THE CLINIC

Despiertas en la madrugada y junto con abandonar el lecho enciendes un cigarrillo mientras el aroma a café se apodera desde la cocina hasta el toilette. Tu clásico lugar de lectura se abre de par en par como improvisada biblioteca matinal: sobre una mesita un par de revistas, un libro de poesía donde anotas al margen números telefónicos que después olvidarás y -encima de todo- el infaltable pasquín semanal. Piñera y Kast en íntima pose en la contraportada mientras desde el equipo de música del pasillo escuchas el resumen de noticias de Radio Cooperativa. Al tener el semanario entre tus manos, recuerdas aquel lejano día de recital del Inti, cuando el dictador estaba recluido en Londres y llegó a tus manos el segundo número del iconoclasta pasquín. Añoras esos días de movilizaciones sociales mientras comienzas a hojear desde atrás, conducta generalmente atribuida a féminas. “Cartas al director” es la primera estación para la distraída lectura. Luego, miras con asombro que se terminó el papel higiénico y evalúas el mencionado medio como alternativa para suplirlo… pero primero deberás leer a lo menos un par de páginas más.