LUCHA DE CLASES
Los proyectos hasta ese momento eran profanar el templo más cercano o asustar a algún pituco ebrio con el fierro que cargaba Jorge. Lo primero parecía tan pelotudo como canción de los Ramones y lo segundo pelotudo en sí mismo. Pero igual había que hacer algo. Era viernes.
Hay que reconstruirse a lo Artaud: vivir desde el no ser de la carne, decía Tita, con la autoridad que le daba a su discurso el puto año que estuvo en la universidad. Sólo buscábamos un trozo de ultraviolencia, citando a Burgess. Luego de la tocata logramos conseguir unos jales que nos mantuvieran de pie.
Después de la discusión sin sentido que tuve con Jaime, no recuerdo nada más. Sólo puedo citar algunos destellos de conciencia de que me golpeaba ese tipo alto y rubio que no paraba de maldecir mientras yo caía sobre la vereda.
Luego, aparece Jorge con la mirada perdida diciendo en voz baja como para sí mismo: “hagámosla corta”, extrae el fierro desde su mochila, apunta a la cabeza, apreta el gatillo, y la estúpida víctima – el tipo alto y rubio que me había golpeado- salpica de rojo el pavimento.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home